sábado, 1 de enero de 2011

Balada algo triste de Álex de la Iglesia


Le preguntaba un periodista a Román Gubern por qué no se hacían más películas sobre la guerra civil española. Balada triste de trompeta era una gran oportunidad para desarrollar una historia derivada de las atrocidades que se cometieron durante ese periodo y los años posteriores. Es la historia de un niño, hijo de un payaso que ve como su padre es humillado por ambos bandos sin más crimen que el hacer reír a los niños. Este chico que se hará adulto y payaso triste (Carlos Areces) pugnará con el payaso alegre (Antonio de la Torre) por el amor de la misma mujer, la trapecista (Carolina Bang).

Una historia sencilla y clásica enmarcada en un contexto socio-político violento de múltiples cambios que no acaba de engancharme. Y eso que los títulos de crédito del principio son inmejorables, con ritmo de imágenes y música nunca visto en el cine español. Sentado en mi butaca creía que iba asistir a otra obra de arte de Álex de la Iglesia pero esa sensación se desvaneció a los treinta minutos de film porque deja de tener ritmo y tensión. El director ha embutido tantas referencias cinematográficas con el “frikirrealismo” histórico de la época que se ha dado de bruces contra el muro de la realidad, como su motorista fantasma interpreta una y otra vez a lo largo del metraje.
Intentar desarrollar un mundo con referencias a Tod Browning y sus freaks, La Bella y la Bestia, el Joker batmaniano, El Fantasma de la Ópera y que éstas encajen con momentos cómo el atentado a Carrero Blanco o las cacerías de Franco me parece un ejercicio demasiado arriesgado que desemboca en una sensación del espectador de desconcierto.

El laberinto del Fauno, de Guillermo del Toro consigue unir dos géneros como la fábula y el realismo histórico, incluso Álex de la Iglesia en El día de la bestia traza una historia surrealista y de ficción en una ciudad como Madrid en época navideña, así pues considero que la historia circense tragicomédica tenía cabida y desarrollo pero el director no ha sabido darle cohesión y profundidad a los más de cien minutos que dura la película.

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